Premio al Mérito Turístico

(Por Moisés S. Palmero Aranda, Educador ambiental) Esta semana he estado en FITUR, y de allí me he traído unas décimas de fiebre. No sé si por el frío de Madrid, si por las emociones vividas que me han bajado las defensas, o por el cansancio de las doce horas de coche. Supongo que será una mezcla de todo, aunque cada vez estoy más convencido, debe ser mi estado febril, de que es la manera que ha encontrado mi cuerpo, para susurrarme, como hacían en Roma los esclavos a los emperadores y generales victoriosos que desfilaban ante la aclamación popular, Memento mori, recuerda que morirás.

No es que me crea con un poder divino e ilimitado, pero debo reconocer que es fácil confundirse entre tantos halagos, palmaditas, aplausos y parabienes a mi persona. Por eso agradezco esta debilidad física y el embotamiento de los sentidos que me han bajado de golpe de la nube en la que me he movido estos días, desde que me anunciasen que me iban a otorgar el Premio al Mérito Turístico de El Ejido, en reconocimiento, como dice el original trofeo con forma de hojas de posidonia, “por su constante compromiso y aportación a la conservación y difusión del patrimonio natural del municipio”.

Palabras, repetidas en un precioso video y por el Alcalde y la Concejala de Turismo, que me han emocionado de una manera especial, por todo lo que significan. En primer lugar, me ilusiona que por fin reconozcamos que nuestro pueblo tiene un gran patrimonio natural, y que se muestre con orgullo la naturaleza única y privilegiada en la que vivimos.

Puede parecer de Perogrullo que en una feria de turismo expongas todo aquello que tienes para atraer a más visitantes. Pero hasta ahora, de la naturaleza no se hablaba, a pesar de que, a mi parecer, puede ser el eje transversal, el hilo conductor, alrededor del que gire toda nuestra oferta.

Pensarán, como dice el dicho popular, que quiero arrimar el ascua a mi sardina, pero nada de lo que hacemos aquí, lo que podemos mostrar al visitante, se entiende sin hablar de naturaleza. Nuestra agricultura, la gastronomía, los cinco mil años de historia y el legado patrimonial que ha dejado, la salud, el ocio, el deporte, el festival de teatro, solo se pueden explicar hablando de la protectora Sierra de Gádor que es el origen de nuestros acuíferos con los que regamos los cultivos que nos encumbran, de los 27 km de costa del mar de Alborán que nos baña, la riqueza que ha generado y donde la Posidonia nos ofrece un espectáculo sin igual, de los cuatro bosques tan dispares, singulares y protegidos, que sustentaron y permitieron la supervivencia de tantas civilizaciones, y la actual, gracias a la inigualable biodiversidad que atesoran, y de las interminables y envidiadas horas de Sol que disfrutamos al año.

Somos naturaleza, pero como tengo la sensación de estar repitiéndome, sigo con la segunda razón por la que esas palabras me espolearon el ánimo, la autoestima y el alma. El “constante compromiso” me recuerda la definición de Educación Ambiental, en la que se habla de un proceso constante para analizar la realidad, adquirir habilidades, conocimientos, herramientas, actitudes, aptitudes y la determinación de pasar a la acción, de forma individual y colectiva, para encontrar soluciones a los problemas ambientales que nos atañen.

Si a eso le sumamos las palabras “del municipio de El Ejido”, que pueden parecer la coletilla necesaria para terminar la frase, el ego de un educador ambiental se multiplica, porque esa expresión viene a referirnos a la importancia de trabajar en lo local para cambiar lo global, para alcanzar ese equilibrio entre economía, medio ambiente y justicia social que nos permitirá vivir mejor y, estoy seguro, atraerá a turistas y visitantes.

Recibir este premio ha sido emocionante, pero hacerlo en la semana que celebramos el Día de la Educación Ambiental lo ha hecho más emotivo si cabe. Estoy enormemente agradecido a todos aquellos que han pensado que era merecedor de él, y de que Punta Entinas y la naturaleza de El Ejido hayan tenido protagonismo en FITUR, pero especialmente a todos los técnicos de la Concejalía de Turismo que confiaron y apuestan en que la bandera de la Educación Ambiental ondee orgullosa en nuestra carta de presentación al mundo.

De Madrid al cielo, pero yo vuelvo a la cama, para intentar recuperarme, porque tenemos que seguir celebrando esta efemérides, paseando por los cuatro bosques de Murgi, observando los flamencos de Cerrillos, y admirando la defensa que los arribazones de posidonia hacen de nuestras playas.

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