Mil calles me llevan a “El odio”

(Por Moisés S. Palmero Aranda Educador ambiental) Lamento ensuciar un clásico del pop de los ochenta, Mil calles llevan hacia ti, pero así es el arte, cada uno lo interpreta a su manera. Me sigue pareciendo la declaración de un enamorado que duda entre las mil calles que tiene ante él para recuperar el amor perdido, sabiendo que el tiempo se le acaba y tiene una sola oportunidad.

Desconozco si es autobiográfica y si Manuel España recuperó a la chica, pero de lo que no me cabe ninguna duda es que acertó al hacer una canción que la mayoría de mi generación reconoce con unos pocos acordes, que ha sobrevivido al paso del tiempo y que le sigue generando suculentos ingresos por derechos de autor.

El caso es que esa misma incertidumbre me invadía respecto a la publicación del libro de El Odio, escrito por Luisgé Martín sobre José Bretón, y que Anagrama ha decidido no publicar definitivamente por la presión social y el posible boicot de los lectores y librerías a la editorial si llegaba a ponerlo a la venta como tenía previsto para el pasado 26 de marzo.

La encrucijada, con la salvedad de la urgencia de la decisión a tomar, es complicada, porque todas las partes tienen sus razones emocionales, éticas, morales, literarias, legales, espurias o económicas. Al final será la justicia quien decida, aunque todos sabemos que no hay motivos para impedir que vea la luz.

Si se prohibiese, me decepcionaría y comenzaría a invadirme el miedo al saber que alguien está en disposición de decirme qué puedo o no puedo leer, opinar y escribir. Otra cuestión es si al hacer uso de mi libertad de expresión infrinjo alguna ley y debo pagar las consecuencias legales por ello. Ya me atemoriza la censura que nos autoimponemos por miedo a la reacción social como para tener que pedir autorización a un juez o un censor, como no hace mucho sucedía en este país.

Soy partidario de que se publique, quiero poder opinar después de haberlo leído, no por lo que cuentan los pocos que lo han hecho, o lo que se inventan otros muchos por leer unas cuantas páginas. Quiero conocer la versión de alguien que es capaz de matar a dos niños, sus propios hijos, para hacerle daño a su mujer, mentir a un juez, no reconocer lo que ha hecho y declararse inocente. Y querer conocer su versión no es legitimar sus actos ni posicionarme a su lado, es intentar comprender qué lleva a alguien a cometer una atrocidad como esa.

Eso no implica que no empatice, me solidarice y comprenda a la madre de los niños. Aun siendo un dolor que no pueda ni llegar a imaginar ni describir, sí que me es más fácil ponerme en su lugar. Y puedo parecer cínico, hipócrita y contradictorio, pero ,si yo estuviese en su lugar, estaría pidiendo lo mismo.

De lo que estoy seguro es de que más pronto que tarde se publicará y que tendrá unas ventas y beneficios importantes, quizá no como los de la canción de La Guardia, pero suficientes para que una editorial, o el escritor autopublicándose, corra el riesgo de la lapidación social y de la hipocresía generalizada. Es más, si no fuese por la premura, no me hubiese extrañado que lo lanzasen para aprovechar el Día del Libro que celebramos esta semana, y que se convirtiese en uno de los más vendidos.

La gente lo leerá, aunque lo haga a escondidas y no lo reconozca, comprándolo o descargándolo pirata, porque la polémica ha generado el deseo y una campaña de marketing impagable; porque en los medios de comunicación se hablará de él para ganar audiencia y porque las librerías, incluidas las dignas y censoras, lo pondrán a la venta porque la pela es la pela y libros con sinopsis mucho peores están en sus estanterías.

La imagen de Anagrama ha sido la que, a mi parecer, ha quedado más dañada por haberse plegado a la presión social. Entiendo que, pensando en proteger la marca, no se hubiesen planteado publicarlo o que esperasen a la decisión definitiva de un juez, pero cuando firmaron el contrato sabían el riesgo que corrían y, una vez tomada la decisión, deberían haber seguido adelante. De todas formas, que no se preocupen, aunque me parezca que se han equivocado, seguiré leyendo los libros que publiquen y me interesen.

Espero que mi relación de ideas no les impida disfrutar la próxima vez que escuchen la canción y, sobre todo, que recorran la calle que lleva a los mil libros, es de ida y vuelta y debe estar siempre libre de censores.

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