(Jesús Miguel Relinque Mota ) El otro día me vi metido en un tremendo atasco en Málaga.
Acontecimiento nada extraño, si tenemos en cuenta la sobredimensión poblacional exagerada, que ya tiene nuestra ciudad y su provincia.
El hecho fue algo totalmente fortuito , inesperado y bastante triste para mí.
Durante el atasco observaba a personas en sus grandes coches , algunos más caros que muchas casas, mirando sus móviles , trasteando sus pantallas gigantes de los aparatos súper tecnológicos que traen ahora los automóviles de alta y no tan alta gama.
En definitiva cada uno a lo suyo sin prestar atención a un acontecimiento que estaba ocurriendo delante de sus ojos y que o no querían ver o simplemente ignoraban.
Se trataba de un muchacho de unos treinta años aproximadamente , tirado en el suelo polvoriento al lado de un semáforo a 34 grados de temperatura un día de mucho calor , que llevaba puesto un abrigo polar con capucha, unos pantalones de pana marrones y unos calcetines de invierno negros, iba descalzo salvo sus calcetines negros .
Su mirada estaba totalmente perdida hacia el horizonte , como si estuviera completamente ido y enfermo.
Con toda seguridad aquel joven no se podía poner de pie.
Mi sentimiento al verlo fue de una impotencia y de una incapacidad horrible ante la actitud de ignorancia de cientos de conductores que veían la escena como algo normal.
Posiblemente aquel muchacho hubiera muerto en aquel semáforo aquel día.
No había sitio para parar , tenía cientos de coches detrás y delante, mi impotencia e incredulidad y ansiedad aumentaron exponencialmente y a los 30 segundos se iluminó mi cerebro y me dije a mí mismo algo debo hacer , esto no puede quedar así soy un ser humano y ese muchacho podría ser yo mismo, mi hermano , mi hijo o algún amigo íntimo.
Lo que hice fue simple y cualquiera en el atasco debería haberlo hecho pero no nadie había hecho nada y lo pude comprobar al hacer una llamada.
Con el manos libres de mi coche llamé al 112 emergencias , primero me atendió una operadora muy amable que me preguntó dónde se encontraba el joven y qué le pasaba , después me pasó con una médico y me preguntó cuáles eran los síntomas , les expliqué con toda la exactitud que pude y me dijeron que ya estaba en camino la policía Nacional y luego una ambulancia.
Ambas personas me dieron ánimos ya que no pude evitar romper a llorar cuando explicaba el asunto.
Mi pregunta es ¿Cómo hemos llegado a normalizar situaciones tan inhumanas ?
¿Cómo en un país con una de las democracias más consolidadas del «mundo avanzado» hay tal pasotismo e invisibilidad ante situaciones tan extremadas?
¿Cómo somos capaces de pasar del dolor ajeno como si fuera un ser inerte del que se trata?
Estas preguntas hay que hacerlas a uno mismo y analizar seriamente las causas.
Quizá hemos llegado a unos niveles de falta de compresión, empatía y deshumanización que no nos damos cuenta de que ese muchacho podría ser uno mismo o cualquier ser querido.
De verdad ¿Queremos ser así ? Deberíamos plantearlo como un debate social , psicológico y hasta político en las altas esferas de nuestra sociedad, yo sin lugar a dudas lo propongo así.
¿Seremos mejores personas o ya no nos importa nada el dolor ajeno ?
Espero con todo mi corazón que estas cosas no sean lo normal y haya un cambio emocional fuerte en buena parte de nuestra sociedad.
Jesús Miguel Relinque Mota profesor de instituto de Málaga y provincia