Regala cuentos por Navidad

(Por Moisés Palmero Aranda Educador ambiental) Como Robe, al levantarme de la cama y mirarme en el espejo he sentido que empieza a desaparecer. En su canción era él quien lo hacía para terminar convirtiéndose en el hombre pájaro. En mi caso es la agradable sensación que me ha acompañado durante toda la semana después de volver de La Vall de Almonacid, donde se celebró el I Festival Nacional de Cuentacuentos y me galardonaron con el segundo premio por contar Un delfín entre las estrellas.

La adrenalina me duró lo suficiente para mantenerme atento a la carretera durante el viaje de vuelta. La dosis de dopamina es ahora cuando comienza a disiparse, y, antes de que desaparezca del todo, quería aprovechar las sensaciones que aún me quedan, para dejarlas por escrito, por si algún día me releo, volver a sentir su efecto estimulante.

Fue una magnífica experiencia para celebrar el puente de la Constitución, y no lo digo por el premio recibido, que también, sino porque me pareció estar, o así lo recuerdo ahora, en un cuento medieval, donde varios juglares se reúnen para mostrar sus habilidades a los niños del pueblo, a cambio de un plato caliente y un rinconcito donde dormir.

Podría adornar un poco más la historia, hablando de la joven princesa a la que había invadido la tristeza sin causa aparente, y de sus padres, los reyes de la comarca del Alto Palancia, que, a sugerencia de su consejero, prometieron una recompensa al que la hiciera reír. Pero mejor no entrar en muchos detalles porque, conociéndome como me conozco, al final me enredaré en que la tristeza era a causa de una boda de conveniencia con un abuelete, en los impuestos con los que ahogaban a sus vasallos y en que a su consejero, más que aconsejar, le gustaba meter la mano donde no debía, en las arcas reales y debajo de las faldas de la reina, circunstancia que, en aquel tiempo, terminaría por costarle su puesto y la cabeza, y en este, facturando en los platós de televisión.

Almonacid es un pueblo de cuento, con su castillo fortaleza dominando el paisaje sobre un promontorio de la Sierra de Espadán, ahora Parque Natural, pero donde cazarían los nobles, en un valle recorrido por el río Chico, en cuyos márgenes se reparten las huertas y los campos cubiertos de olivos, y con calles empinadas, intrincadas, que confluyen en la plaza, donde se celebraban los mercados y las ferias del ganado, los entierros y los ajusticiamientos para mantener el orden y demostrar quién mandaba en la comarca, y donde contamos historias para todos los gustos.

Había una niña que volaba en un pedo, un banquero que repartía dinero al ritmo de un tic-tac, una abuelita que atesoraba un tarro lleno de besos preparados para cada ocasión, el misterioso asesinato de Ramón, un tren para aprender que todos somos iguales, uno en el que nos enseñaban a ser superhéroes que salvan vidas y, el que consiguió hacer reír a la princesa, el del pícaro sastre que engañó a todo un emperador prometiéndole un traje con una tela que los tontos no podían ver.

Y recordando esta experiencia, caigo en la cuenta y en el cuento de que ya se acerca la Navidad, y que los Reyes Magos y el colonizador Noel ya deben estar recibiendo las cartas con los deseos con los que el marketing embauca a los niños. Misivas cada vez más tecnológicas y menos literarias.

Y como luego nos pasamos el año lamentando que nuestros niños cada vez están más ariscos, violentos, adoctrinados y esclavizados a las pantallas, y que ya no juegan con otros amigos, porque no tienen imaginación, creatividad y no saben canalizar la frustración ni su aburrimiento, ahora es el momento de hacer algo por ellos.

Escondan o mutilen las cartas, que un móvil no sea el regalo estrella para estas fechas, y regálenles cuentos, literatura, porque fomentar la lectura en los niños es ofrecerles una herramienta para hablar, escribir y comunicarse mejor, para ayudarlos a crear, a imaginar, a ser más empáticos y reflexionar sobre otras realidades, y les ayuda a relajarse, a parar el ritmo y a bajar el nivel de ruido que nos altera y distorsiona. Además, es más barato, hay títulos para todos los gustos y no tendrán problema de que se les agote la batería y vivan enganchados a la red (a la de bibliotecas sí, por favor), convertidos en adictos de por vida a los estímulos fáciles, intrascendentes, superfluos, vacíos.

Ya tendrán tiempo de decidir, de dejarse seducir por los neones, los bits y la inteligencia artificial, pero intenten retrasar ese momento; a la larga se lo agradecerán y en el camino ustedes disfrutarán mucho más del proceso de la educación de su hijo, porque leer ensancha el alma y nos hace volar libres.

Si no me hubiese dejado seducir por los cuentos, a lo mejor ahora sería un importante abogado, pero qué narices, como Chinato y Robe, prefiero ser un indio, un invisible cuentacuentos que hace reír a los infantes de La Vall.

Popular

spot_img

More from author

La Junta organiza una jornada de vacunación sin cita este sábado en centros comerciales

Antonio Sanz ha anunciado que se habilitarán 41 puntos repartidos por todas las provincias en espacios de gran afluencia de público Con 1,73 millones de...

La Junta de Andalucía realiza por primera vez tratamientos aéreos con drones contra la procesionaria del pino

La aplicación a través de aeronaves no tripuladas se ha llevado a cabo durante los meses de noviembre y diciembre en cerca de 450...

El Área Sanitaria Axarquía forma a profesionales de Ginecología en distocia de hombro

Se trata de una emergencia obstétrica que ocurre cuando los hombros del feto se atascan en el proceso del alumbramiento Un total de treinta y...

Estados Unidos, europeos sumisos

(Por Eduardo Madroñal Pedraza) Hoy no hablamos de Trump, hablamos de la clase dominante de Estados Unidos. Hoy no hablamos de Trump, hablamos de...