Mariposeando entre cuadros y posidonias

(Moisés S. Palmero Aranda, Educador ambiental) Con la cabeza puesta en los Días Europeos de la Red Natura 2000 y de los Parques Naturales, aproveché el Día Internacional de los Museos, para conocer el recién inaugurado MUREC en Almería, el Museo del Realismo Español Contemporáneo.

Reconozco mi incapacidad para valorar una obra de arte. Por mucho que mire un cuadro, solo soy capaz de decir si me gusta o no, si me evoca, transmite, o inspira algún sentimiento. Diferente es cuando alguna entendida en la materia, pone en contexto la obra, a su autor, por qué y para quién fue creado, los dogmas y censuras de la academia, los regionalismos o la influencia europea, el momento exacto que quiso recoger el artista, la importancia del movimiento de la luz, la innovación en las técnicas empleadas, la posición de unas manos, la mirada huidiza, las escondidas historias secundarias, la ausencia premeditada, la adaptación del mito, la precisión de un trazo, los titubeos del pintor, los secretos escondidos en la tela bajo la pintura, la firma del aprendiz que terminó por convertirse en maestro, la huella del obrero que acabó lo iniciado por el artista, o las cicatrices que horadó el polvo del olvido y el abandono en un oscuro sótano.

Sin embargo, sin ayuda de nadie, comprendí, paseando por los pasillos y el magnífico patio del rehabilitado antiguo Hospital de Santa María Magdalena, y admirando el artesonado mudéjar del siglo XVI, la importancia del edificio, el contenedor, el entorno, para engrandecer aún más las obras de arte que alberga. Y ahí, en ese chispazo, nada original ni novedoso, y que no cambiará la historia de la Humanidad, por vulgar e intrascendente, volví a pensar en los espacios naturales como colecciones al aire libre y en que el año que viene propondremos celebrar el Día de los Museos navegando sobre las praderas de posidonia, o paseando por los arribazones de la playa, que bien podrían inspirar una preciosa colección de naturalezas muertas.

Podría ser cualquier otro espacio natural, pero el Monumento Arrecife Barrera de Posidonia de Roquetas de Mar, es un buen ejemplo para ello, además de porque el sábado volveremos allí, porque en apenas 108 hectáreas se entremezcla el patrimonio natural con el cultural, y explica a la perfección la importancia de la conservación de los ecosistemas para la supervivencia humana.

Pienso que esta planta,  que no un alga, es el origen del municipio roquetero. Es cierto que no por sí sola, pero si una pieza imprescindible para entender la obra de arte que representa como especie, y su influencia en el desarrollo social de las gentes que la disfrutaron.

Las Roquetas, como todos los lugares costeros, debe su nombre a los marineros que llegaron caboteando a nuestras costas, y que encontraron en el golfo de Almería un lugar donde refugiarse esperando a que amainase el temporal. Allí descubrieron un manantial de agua dulce para calmar la sed; un bosque, el de la Algaida, donde aprovechar sus recursos para alimentarse y arreglar sus barcos, unos humedales donde extraer sal, cauces con más caudal que ahora, con los que adentrarse en una prometedora sierra en busca de minerales; y un fondo arenoso, de poca profundidad, donde construir un pequeño puerto y pescar las numerosas especies para alimentarse, comerciar y fabricar salazones y el púrpura. ¿Qué más se podía pedir?

De la posidonia, sin ser conscientes de ello, aprovecharon sus fondos arenosos para crear un refugio, los bajos, formados porque el arrecife barrera frena la fuerza de las olas; las aguas cristalinas gracias al hipnótico vaivén de las hojas que recogen los sedimentos, y que son el origen de las pesquerías de Roquetas, porque entre ellas se reproducen, protegen y alimentan más de 800 especies; los arribazones sobre la orilla, útiles para la ganadería y la agricultura, el transporte de mercancías, elaborar ungüentos sanadores para la piel, los dolores de garganta, para elaborar almohadas insecticidas o impermeabilizar los tejados de las casas.

La Red Natura 2000 se celebra representando con las manos el aleteo de una mariposa capaz de cambiar el mundo, la teoría del caos. Este año, mariposearemos por los cuatro bosques de Murgi, entre los arribazones de posidonia y ante los cuadros que pintaron Antonio López y Andrés García Ibáñez, a diferentes horas del día, de la Isleta del Moro desde los Escullos.

El aleteo generó la idea, mezcló arte y posidonia. Ahora solo queda organizar el caos, si es que eso es posible.

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